jueves, 14 de agosto de 2008



UN BRINDIS
POR LA
EDUCACIÓN:

Recordando a Heráclito, quien dijera que la vida es como un rio, siempre en continuo cambio, con la matización de transcurrir, dentro de un cauce. Así, transformación y continuidad proporcionan identidad. La vida de cada cual, bajo el símil del rio, desde fuera, será percibida con una forma y trayectoria singular y característica; desde dentro de cada uno, como una personalidad coherente… superando las contradicciones y las disonancias “inmediatas”.


Hace unos meses, oí en la radio la opinión de una periodista en la que repudiaba el calificativo de coherencia para la singladura que la vida hace, en los hechos y acontecimientos que acompañan al paso de los días, sobre una persona. Ella reclamaba inteligencia, para salvar las vicisitudes de la existencia. Algo así como que la coherencia se la dejaba a los resignados y la inteligencia a los atrevidos.


Este matiz, lo registré en mi memoria, por contravenir al valor que particularmente me esfuerzo en ejercitar. Acepto ese matiz pero sobre él, insisto en la necesidad de la coherencia como consistencia y persistencia. Acepto que la intransigencia es desproporcionada; todo, en todo, el “quid” está en el equilibrio, en la medida exacta de las partes.


¿Y por qué?, porque la vida es un lapsus de tiempo muy corto para provocar algún aporte o señal original y contundente que haga marca o referencia en el devenir del curso “de las demás gotas de agua” que construyen al rio. Frente a los actos esporádicos de la interacción de los individuos en la dinámica social, vengo a creer –ilusoriamente quizás- que el permanecer mayor tiempo y transmitir valores, pudiera “troquelar” en las personas “marcas o estilos”; si bien voy aprendiendo que los estilos y marcas los asumen espontáneamente los individuos no por el tiempo “de exposición” ni por la impronta o impacto de un “estímulo relevante”, sino porque sí, por casualidad –las consecuencias determinaran a cada individuo, pero serán éstos los que reconduzcan la dirección de su sentido, siempre aprendemos algo más, a darle el sentido a las cosas- (1).


En los inicios de mi mentalización profesional, concebí la educación de la siguiente forma: un sujeto que ha de incorporar (mediante el recogimiento expresado en esta forma corporal replegada) unos valores que los ha de demandar e incorporar a su “experiencia personal”. La educación “no es SOLO” asimilación de conocimientos, supone maduración de éstos, para interiorizar valores, que le transcienden y le elevan a una experiencia “superior” -superior porque le permite superar/se- de ahí, esa “mirada hacia arriba”, que se le abre al mundo. La educación POR TANTO CONLLEVA CAMBIOS, SUPERACIÓN, transformación.

Y también hemos de considerar de la educación es que es siempre una labor personal, los demás nos pueden ayudar, de una u otra manera. No se produce el más mínimo cambio en una persona, si ésta no lo realiza por ella misma. Solo la coacción, la extorsión,… ocasionan conductas contrarias a la voluntad de una persona… pero éstos no son cambios permanentes –aunque puedan dejar secuelas…-.

A veces es “tradicional”, en los sistemas educativos “escolares” (incluyendo la docencia universitaria) el amedrentamiento mediante la aplicación de “los exámenes”, con éstos se pretende un sojuzgamiento de “los discípulos”, imponiendo o queriendo imponer unos “estilos” de “aprendizajes”, que no consiguen la capacidad crítica y la labor creativa tras la asimilación e integración de… , sino meros “clones” de los “catedráticos-profesores-maestros”, para simplemente perpetuar “clanes”. Los “aparatos oficiales” frecuentemente están compuestos por un grupo de personas que medran por puestos/sueldos establecidos y garantizados. El “discurso” que emplean es, simplemente, mero camuflaje.

El producto de Educación, la educación tiene como consecuencia la libertad; si no estaremos hablando de instrucción, adiestramiento, "formación". La libertad, que puede manifestarse como consciencia y criterios para decidir. Así, TODOS/AS, podemos saborear su fruto, tanto el “listo como el torpe”, conseguimos superación de nuestras “limitaciones” y autonomía en el medio donde nos desenvolvemos.

La “percepción” de esta "realidad" fue “captada” allá por 1.982, la reflexión la hago ahora. Un período generacional, el tiempo “medio” para que un hijo se transforme en padre; una distancia para captar un margen de perspectiva “social”.


(1) Lo inmediato es azar, éste desencadenará luego consecuencias en la vida de las personas. El presente en cuanto azaroso, imprime constantemente los cambios; “de éstos intentos” nos quedarán los que nos ayudan a sobrevivir, con ellos intentamos manejarnos y coexistir con los demás. De este modo conforme al modelo de Heráclito, ni el bañista ni el rio eran lo que son. Por repetitiva que sea una acción, nunca la "repetimos", el contexto cambia.

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