sábado, 27 de septiembre de 2008

EL AROMA DE LAS PALABRAS


Creo, y estaréis de acuerdo conmigo, de la siguiente comparación: los aromas, olores,… cumplen en los animales esa función comunicativa-informativa idéntica a las palabras en los humanos.

Los olores se fijan a los objetos y desde esos soportes, localizados en puntos cruciales de un espacio, proporcionan referentes semánticos con transcendencia de alta funcionalidad y pragmática existencial.

Reitero, las palabras contribuyen a proporcionar a los miembros que la usan vinculación y exclusión… Como es evidencia, las palabras se las lleva el viento, y conllevan la permanencia limitada que cualquier objeto o ser que en la naturaleza pudiera durar, de ahí que inventáramos la escritura para mantener un poco más de tiempo, “sosteniendo” esta información “relevante” que pretendiéramos transmitir.

Este blog, cumple la función que la botella proporciona al náufrago: aquí guardo mi mensaje, y lo lanzo a la inmensidad del océano, con la esperanza, no sé si, de ser rescatado o, simplemente dejar vestigio de que existo, dejando una señal, un simple rastro.

Las obras duran más que las personas, incluso, llega el momento que el autor desaparece y lo que permanece es la pirámide, la muralla, la pintura, el fuego, la rueda, el timón, la brújula o el papel… y yo no tengo otra pretensión. Lo importante es la información, no el vocero.

De siempre lo escrito requería de un poder, de una autoridad (que si palabra de dios, que si edictos de emperador, que si bulas de papa…), y de unos recursos. Para “escribir” había que saber escribir y disponer de solvencia económica. Hay quienes escriben mercantilmente, de ello ya se ocupan los editores, pero también escribe quien quiere transmitir o perpetuar conocimientos, -y tantas funciones como los filólogos y literatos determinan-.

En este plano de “comunicar conocimientos” –sin entrar en la “noticia”- creo, o quiero, moverme. Pero en este mundo de “comunicadores”, es normal que se instaure una “jerarquía selectiva que excluye” ya que no todos podemos decir lo que queremos mediante el uso de la palabra, así como ser disciplinados para hacer correctamente un buen uso de la transmisión.

Este soporte nos lo facilita a los “plebeyos” y es nuestra responsabilidad permitirnos un uso eficiente sin caer en el “discurso”. Tras esta introducción, en el siguiente “comunicado”, aportaré una reflexión relacionada con los últimos “movimientos de fichas” en el asunto de “integración”.

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