lunes, 8 de diciembre de 2008

LA CULTURA DEL RECELO

II parte

(entre vecinos es lo que se estila, no se propicia bajar la guardia y quien la baja: sucumbe -ESTO ES LO QUE SE PIENSA-)

Antes de Roma: un tiempo prehistórico; pero ya guardábamos un estilo idiosincrático. Vino Roma y anduvo con nosotros 6 siglos; la amenazadora invasión de bárbaros, nos trajo a otra población que acabaría integrándose en este lodazal ibérico. Este batido se había ido constituyendo en un corpus heterogéneo, que ante el contraste caracterial de la “invasión” que suponía la avalancha de pueblos árabes y bereberes, se harían “uno”. Así, no en el 711, sino más tarde, cuando el “limus” de la inundación se había asentado, surge una conciencia y un carácter de identificación e identidad colectiva, precisamente “frente al otro” (como siempre: creamos nuestra identidad al superar un conflicto de características: en un “yo soy” lo que tú no eres y yo no soy lo que tú eres –por oposición al otro-).

El tiempo pasó, y no en balde, pese al recelo del diferente y del distinto, sí se dió una osmosis de culturas. Iberia era el tonel que, de distintos caldos, generaría un genuino vino. Fue el tiempo y la necesidad de entendimiento los que propiciaron el fermento de tan diferenciadas aglutinaciones…

Roma, no más de 6 siglos; bárbaros, unos 4 siglos; árabes, siete siglos y vamos por 5 siglos, de este batiburrillo. De la diferencia como justificación de la escisión y de la segregación, a la superación por la autoexigencia, y no por el propósito de la rivalidad y la revancha.

Somos lo que somos, no desde el gregarismo, sino desde la colaboración de individuos diferentes e independientes que acuerdan un esfuerzo de beneficios comunes.

Una cosa es la inmersión, otra es la inclusión, y lo que me importa, la integración por la superación de la cultura del recelo.

Desde la libertad, somos libres, si nos equivocamos, no pensemos en el error, pensemos en lo que hemos aprendido.

Cuando en los ochentas nos planteábamos la “integración de los diferentes” eso era el reto que podíamos asumir, hoy nos han sobrevenidos otros “diferentes”, con riquezas y mermas, y debemos seguir integrándonos. Sin revanchas, sin rivalidad, dialogando, intercambiando, transaccionando, sin aniquilar los valores del otro y sin renunciar a los nuestros, pero sí estableciendo espacios comunes, diferenciando lo privado y lo público, y sin bajar la guardia ante el respeto por los derechos y deberes de cada uno de nosotros. Un nosotros común.

segunda y última

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