lunes, 30 de agosto de 2010

EL CURSO DE LA VIDA


Suele, el ser humano, comparar los acontecimientos que se suceden a lo largo de su existencia unas veces con un viaje, otras con un rio; el rio de la vida. Y del continuo, diferenciamos etapas si viajamos, o tramos si del curso del rio nos referimos.

Cuando los hechos acontecidos y sucedidos denotan unas determinadas tendencias, le dotamos de una “explicación” que no es sino esa “necesaria justificación” -por la autoconsciencia que tenemos de nosotros mismos, y a la que necesitamos “atribuir” significado y transcendencia- con la cual intentamos llenar de sentido nuestros días; y así, haciendo lo que hacemos, construimos cada cual nuestra “hagiografía”.

Todos, tarde o temprano sacamos, extraemos la “historia propia con la que nos identificamos, que no suele ser exacta, pero que sí es “consonantemente” (versus “disonante”) con la que nos “hallamos bien”, y que configura pues, la “persona-mascara” con la que deambulamos en el espacio público, ya sea a nivel familiar o social.

Que nuestra “historia es un artificio”, creo que nadie lo cuestiona; sí, porque no hay más verdad que el azar. Y es dentro del azar donde entra en juego nuestra libertad, así aunque nos clonen, nunca la historia de una persona podrá repetirse, pese a que la carga genética predispusiera a determinadas tendencias, estas tendencias interactuarían con el cúmulo de experiencias “condicionantes-educativas del entorno”, amasándose formulas “genuinas”, haciéndonos “únicos”, tal como conocemos a tantos a los que las circunstancias “desencadenaron” sus “respuestas”: Stephen Hawking, tras el trauma de su enfermedad degenerativa, Vicente Ferrer, tras el trauma de la guerra civil española, y tantos otros… Aunque la mayoría de nosotros no hemos atravesado o no hemos resuelto de igual modo tales traumas, así que en función de qué variables, así…

Después de 12 años en este último centro docente, mi agradecimiento a cada unos de mis compañeros, y alumnos, así como padres y madres, abuelos y abuelas también. El azar, siempre el azar, me lleva ahora a un Instituto de Secundaria para seguir trabajando con nuevos alumnos y alumnas, con ilusión y respeto, asumiendo la responsabilidad de culminar lo mejor posible mi trayectoria profesional.

Dejo mi muy querido “Lope de Vega” *, para pasar al “Bahía de Almería”, dos mundos, y como con los vinos cada cual a su cuba. Debo respetar todo lo incubado allí, y procesar lo que ha de venir, con el máximo esmero, con la máxima dedicación. Sabiendo siempre, que somos uvas, que en nuestro madurar iremos fraguando los buenos caldos, con la prudencia del trasegador de no ligar los demasiado nuevos con los excesivamente maduros, por el dicho de “a odres nuevos vinos nuevos” (aunque para los brandis se han de usar toneles ya “templados” para el vino).

*donde he podido vivir momentos cruciales, -todos los momentos tengo que admitir son cruciales- pero si lo matizo es porque afronté experiencias “fuertes”, al asumir un riesgo al cuestionar una determinada “organización de la atención a las n.e.e.”, aunque más que organización era el talante de la respuesta “anacrónica” que determinados profesionales generaban a finales de los noventa. Por un lado determinadas circunstancias golpearon con fuerza, por otro, determinados compañeros hoy amigos, me asistieron. Unos y otros posibilitaron que trazara determinado rasgos en mi labor profesional. Mi gratitud a todos, y aunque pueda parecer injusto, el tiempo templa mi visión, y si de un experimento de conducta se tratara, retiro mi variable, por ver si algo queda. Todos somos imprescindibles y necesarios y a su vez, fácilmente sustituibles… y lo que tenga que ser, será. Os dejo una poesía, o reflexión personal realizada allá por el 2005, ¡dios!, ¡cómo pasa el tiempo!

¡Ahí va!

Destino (o desatino)

Y es que no nos llegamos a percatar

de cuánto cincelan y bruñen

las circunstancias que atenazan

nuestras vidas sobre el yunque.


De igual modo que el acero

no lo fuera, si lo que lo genera,

bajo control o azar

no desencadenase su acción.


Así la negligencia de nuestra intención

fragua el destino

con desigual desatino

según con que convivimos.


Nunca somos conscientes

cuando estas acciones se dan en presente

sino ya pasadas, entonces sí

nos percatamos de los pasos dados.


Es como si el presente-inconsciente

nos negara la información para corregir,

en esos momentos inmediatos

y así controlar el devenir.


Pero no, aturdidos mientras actuamos

vemos luego como si un sino fuera

quien guiara nuestro camino displicente

sumergiéndonos en un destino.



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