lunes, 26 de noviembre de 2007

La “educación” es siempre el producto-consecuencia de un binomio: enseñanza-aprendizaje. Si uno de los factores, fuera nulo (0) la representación gráfica será plana.

En cuanto que la nulidad, como el vacío, no se da de forma natural, siempre, aunque sea de forma vicaria, alguien “enseña” a alguien, y este alguien, aprende.

De este binomio, en nuestro caso, parece que se está analizando el factor “aprendizaje”, y éste se produce en base a las competencias o capacidades del discente.

Las competencias o capacidades necesarias para resolver los planteamientos que se demandan a través de las “preguntas”, exigen que se cumplan unas condiciones. En la naturaleza se dan las cosas/causas siempre que se producen las condiciones necesarias que las condicionan. Los efectos es lo que veremos, palparemos, sentiremos,…

Un alumno, cualquier persona, no saca de sí, no encuentra en sí esa capacidad o competencia para resolver/organizar el dilema que se le presenta, si antes no la posee, y esta posesión es “consecuencia de”.

Esta “posesión” es en parte fruto o resultado, de la maduración, y la maduración requiere un tiempo. Y entraré por aquí, a cuestionarme si la prueba es “idónea” al fin. El alumno evoluciona en función de tiempo, y tiempo es lo que no han tenido nuestros “probados”, y no me refiero al tiempo de realización de la prueba, sino al “momento” en el continuo de la vida de una persona.

Estadísticamente está probado, que un niño/a de 10 años cronológicos (de media) no ha superado el pensamiento concreto y disponga de la “formalidad mental” como para superar pruebas argumentadas en base al Principio de Conservación (conociendo una superficie, construye otras tres superficies iguales a la presentada con formas diferentes). Cognitivamente resolver un planteamiento que elabore satisfactoriamente … superando la “apariencia”, es “virtuosismo” a esta edad cronológica.

El principio de proporcionalidad resolvería la prueba que planteaba el perímetro, o el recorrido alrededor, de dos formas geométricas dibujadas, un rombo de 30 metros de lado y un hexágono de 20 m. de lado. en este caso el alumno puede operar mecánicamente estos datos, pero le es difícil, hacer consciente la equivalencia de 4 lados X 30 m. y de 6 lados X 20 m.

Siempre que seamos coherentes y admitamos que estamos “evaluando” conocimientos en vez de “competencias”.

La capacidad es previa a la resolución (*). De ahí que unos aprendan –con cualquier método, otros aprendan con determinado método y otros no aprendan… digamos, porque no cuentan con los prerrequisitos…-. Podemos ayudar a través de “aproximaciones sucesivas”/”análisis de las tareas”/ “planteamientos progresivos de dificultad”, reiterando cíclicamente unos conocimientos, así poco a poco en unos casos,...

Por tanto el desarrollo de las capacidades y competencias, siendo resultados de la maduración y del aprendizaje, la primera es una variable genuina de cada sujeto, y además la tendrá o la podrá tener, o no; mientras que la segunda “variable” es sobre la que los docentes, a través de las acciones pedagógicas y la planificación didáctica podemos intervenir.

Quiero recordar que ya muchos años atrás, cuando iban a acceder al entonces Bachillerato Elemental (1), debían superar una prueba de acceso, donde entre los ítems de evaluación se medía la maduración suficiente y necesaria, ahora llamada competencia, con un sofisma similar a éste: «¿de qué color es el caballo blanco de Santiago?». Este ítems plantea en el examinado un estado “conmutador”, lo tienes o no lo tienes, si lo tienes pasa, si no,…. Verdad es, que en la actualidad no se derivan consecuencias “eliminatorias” para el/a alumno/a, aunque sí “reprobatorias” para el Centro. De aquí que planteemos desde los centros se transmita por parte de autoridad evaluadora, una información objetiva a todos los sectores receptores de los resultados de la evaluación. Porque, “en roman paladino” vienen “a decir”, o mejor “a entenderse” de unos resultados bajos, que las medidas y acciones pedagógicas y didácticas desarrolladas por los docentes, no son las “convenientes” para una intervención eficaz y eficiente sobre la población escolar sobre la que actúa, sin ponerse “sobre la mesa” muchos más factores condicionantes y “enzimáticos”, determinantes y predisponentes del proceso educativo.

(*) la capacidad es previa a la resolución, no se resuelve si no está la capacidad…(1) el programa no se abre si el software no lo incorpora; si esto no se da, los datos no se organizan (sobre matrices criteriales). Y volviendo a la ofimática, es precisa la actuación del descompresor para que el procesamiento conlleve asentamiento, para la optimización del recurso. Dicho de otro modo, la acción docente puede llenar la cabeza de datos y conocimientos… pero el sujeto ha de “asimilarlos” (digerirlos y nutrir/reponer/recomponer las células …)

Válgame recordar la siguiente “anécdota”, hubo, la etnología nos lo transmite, una tribu autóctona de Norteamérica, creo eran los indios tomahoes, los cuales por sus costumbres, las madres llevan a sus bebes en unas “mochilas” a sus espaldas durante ese período de la infancia del amamantamiento, prácticamente quedaban las extremidades inferiores inmovilizadas, cuando los hijos adquirían ya un peso que incomodaba a la porteadora, “se le soltaba y al poco echaban a andar” y días más tardes “iban que se las pelaban por los bosques”. Este paradigma se cita en los libros de Psicología para explicar que la “sobreestimulación” “no siempre”… . Nosotros trabajamos en nuestras aulas con alumnos “normales”, “sobredotados” e “infradotados”, pero no les hacemos lo que ya son. Yo soy testigo, (P.T.) de la acción diaria de nuestras “medidas” interventoras… pero “hasta que no se le enciende, hasta que no prende en el alumno, no engarzamos en su cadena, por mucho que nuestras “aproximaciones sucesivas” y “análisis de secuencias” se les acerque, SI NO PRENDE, NO APRENDE. Una cosa, llegados a estos límites, es la enseñanza y otra el aprendizaje.

SI SE QUIERE “MEDIR”, MIDAMOS…. PERO HABRÁ QUE TENER EN CUENTA EL “INSTRUMENTO” DE MEDIDA.

(1) Prueba de Ingreso que se aplicaba a los estudiantes que con 10 años (9-11) pretendían estudiar el Bachillerato Elemental. Coincidencia o no, la historia se repite, la repetimos.

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