sábado, 18 de abril de 2009

Una educación especialmente cuidada para unos ciudadanos escogidos, cada cual con unas determinadas necesidades especiales y específicas, ¿de quienes puedo estar hablando, sino de cada uno y de cualquiera de nosotros? A nadie nos agrada que nos den tratos “rasados” (por el mismo rasero) y se nos abre el alma por una simple sonrisa “especialmente personalizada” que nos den; más cuando el contexto en el que nos halláramos lo percibiéramos como inestable, inseguro… por supuesto, cada uno percibe el contexto de un modo particular.

La vasta comprensión de la búsqueda de la verdad, o simplemente poder llegar a discernir lo verdadero de lo falso, es uno de los anhelos profundos de cada ciudadano. La percepción y autoestima de sabernos en la situación de falsedad, moviliza a los principios “constructores” de nuestro “self” personal. Cada uno de nosotros tenemos un “self”, más o menos crecidito con el que existimos en esta sociedad, es como “nuestro ángel de la guarda”, o nuestro “pepito grillo”. El autoconcepto dispone de guías, de referentes, de balizas. En estas balizas están presentes la educación y la inteligencia.

Que es la inteligencia sino la capacidad de conocer, discernir y controlar. En cuanto que disponemos e integramos datos y con éstos los organizamos basándonos en una lógica para obtener un resultado “cierto” (fiable, consistente, resolutivo), la verdad va asociada intrínsecamente con la emoción (la resolución con la satisfacción). Como los problemas de “matemáticas”: existen unos datos -farragosos según su dificultad- que deben ser organizados -con unos criterios o reglas- y que según qué resultados así se devienen unas consecuencias “acomodables a un confort pretendido”. Ante la resolución de un conflicto o un problema, siempre hay uno que gana, uno que “se lleva las ascuas a sus sardinas”. De aquí que “todos” debamos andar espabilados en resolver-nos- “situaciones”, porque los más resolutivos son los que escalan-logran situaciones garantes de beneficios.

Estos “elementos” resolutivos vienen a actuar en el grupo como los “buenos árboles” -por aquello de, “el que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”-, atrayendo, como bien lo explica Moreno con su famoso “sociograma”.

Y en esto ¿a dónde voy? Pues vengamos a decir que no todos los árboles son iguales, hay árboles consistentes y robustos, y otros de decoración, de simple poliuretano. Esta es mi respuesta a los hechos de estos días, que han ampliado las “cajas de resonancia” de medios de comunicación, en las que un día, 16 del mes, después de 256 días, internado, y 56 años, cumplidos, de vida propia, estallan estas artificiosas reiteraciones propagandísticas del complot “Neira-Cepeda”.
Ando esperando, menos propaganda y que de una vez entre “el hecho” en juicio de las partes, para esclarecer y resolver, porque como sospecho desde el primer momento “tiene mucho montaje” y como el dicho “muchas cascaras para pocas nueces”.

La educación, la inteligencia, es diversa, amplia. Es la integración-coordinación de competencias y habilidades. ¡Simples!, seríamos si no viéramos la repercusión y la interferencia de los hechos; la simplificación siempre amputa partes del todo y parcializa la respuesta “certera”. La educación no es “resolución”, es algo más, es “satisfacción”.

El hombre y mujer, la persona, libre, necesita de la educación, para construir su propia autorrealización. La educación crece a partir de los elementos disponibles en cada uno de nosotros y por tanto no se agota, no acaba. Siempre, como hiciera Leonardo con su Gioconda, debemos retomar nuestras “elaboraciones y deberes”.

No podemos educar a la “inteligencia”, hay que educar la habilidad comunicativa, al desenvolvimiento espacial y social, a la sensibilidad empática y artística, a la organización y el análisis del “resorte” de los números y las letras sobre los que volcamos “la información” que mueve nuestra sociedad, el pensamiento y los valores no pueden ser excluidos, llámese moral o ciudadanía, y la naturaleza, de la que formamos parte, debe ser conocida, amada y respetada.

De los frutos del saber, más que el conocimiento es el discernimiento.
Muchas veces no sabemos, sino que andamos “advertidos” y descartamos,…después de “negar” varias situaciones terminamos “extrayendo” la conclusión y, es más bien de la conclusión, de donde elaboramos la solución-. Y ciertamente no suelen existir soluciones cerradas y excluyentes, sino mas bien abiertas y polivalentes.
Aprendamos por tanto a mirar la vida con esperanza, por supuestos desde el trabajo “inteligente”. EN LA EDUCACIÓN NO SUSPENDEMOS, FRACASAMOS (TODOS). Pero, no interpretemos los suspensos sino como comprobaciones “fallidas”, de los que obtener posteriormente soluciones acertadas. Es más importante el trabajo que la “fortuna”.

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