de principientes e incipientes. De los comienzos y de los
acompañamientos.
Así como llegas, así
eres recibido.
Si existen unas
expectativas halagüeñas y positivas de tu venida, será tu
llegada. Lo contrario, origina lo adverso. Pues así mismo viene a ocurrir con
los .
Detrás de los “malos
aprendices” –estudiantes- solo hay personas con malas experiencias iniciales al
afrontar los conocimientos que se le instruían. Esto viene a ocurrir en muchos
casos de esos alumnos que “por no cazarlas al vuelo” y no recibir el aliento de
sus “maestros”, bloquearon “el acceso” para evitar las reprimendas emocionales
que le acompañaban. Y cuando entramos en el turbulento “océano de las emociones”
los rifirrafes interfieren el cauce a los accesos. No somos los docentes
conscientes de estos prolegómenos, llegando a las vidas de los discentes con un
portazo y un -sin que nos esperaran-.
En la farmacopea, se
diferencia los principios activos de los excipientes, esos “soportes” o
formantes que hacen “administrables” la ingesta y digesta de la medicación. Tan
bueno es que el tratamiento sea correcto como que el paciente cumpla lo
prescrito.
Por otra parte, la consideración que con los aprendizajes se sigue
el curso y cauce de la habilidad comunicativa. Se nos enseña, que para ejercer
la docencia hemos de ser “locutores” (capacidad de hablar en público,
dándosele relevancia a los “formantes”: “la voz”, -aunque
para muchos, con que hablaran ya era suficiente, porque total, para cuidar a
los niños… con que fueran pacientes, irían sobrados-)
olvidando que es más acertado la “interlocución”. La interacción
influye enormemente, y son los factores que median en la “inter” lo que da “sentido
y agrado” a la “locución”. Estos elementos y sus “valencias” de enlaces, son
descuidados; cuando influyen en nuestros “compuestos”… esa “química” de las
relaciones humanas… Siempre “tratando” “los simples”, cuando en la naturaleza,
no son las síntesis, sino los compuestos los que proliferan.
Otro factor de los “excipientes”
de esta “oficina terapéutica” está en que descubramos “el sentido” del aprendizaje. Una
aventura no es afrontada si no sabemos a dónde vamos. La mayoría no se “embarcan”
a ciegas, no están tan “desesperados” como para “lanzarse al agua con lo puesto”. Bien haríamos mostrarles “la síntesis” del “dominio a prender”. Porque reconoceremos
que normalmente, toda la “programación” docente es analítica, trabajamos las
partes, y quizás el docente mantenga la “secuencia” progresiva y aproximativa, pero el alumno debe saber y querer su meta. Desde
la “autoridad y la disciplina”, marcamos, los docentes, rumbo de autómatas
a los discentes, y de ahí esas “amotinaciones y tribulaciones” que terminan
sufriendo los embarcados, tanto la “marinería como la oficialía”.